“Cuando como organismos nacemos, crecemos y nos desarrollamos, está en cada una de nuestras células la intención de formarse y alcanzar su máximo potencial. Es innato al ser humano el sueño, la amplitud de visión, la ambición de expandirse y trascender.”
El derecho al logro
Cualquier iniciativa humana tiene un norte: el logro.
Cuando nos planteamos la creación de una empresa familiar o entre socios o amigos para producir, comercializar, crear algún producto que sabemos no existe o puede ser mejorado, lo que empuja nuestra voluntad y nos acompaña a lo largo del retador camino de armar y consolidar esa empresa es el deseo de verla crecer, desarrollarse y marcar pauta en nuestro medio.
Cuando una comunidad se organiza para hacer frente a una necesidad colectiva o para construir esa plaza, ese parque, esa solución que juntos quieren incorporar a su cotidianidad, lo que está tras su empeño es la visión clara de que merecen, juntos, una mejor calidad de vida.
Cuando un grupo de personas se asocian en un modelo cooperativo para ser más fuertes en la atención de un requerimiento de su comunidad o en la producción de algún bien o servicio, lo que las impulsa es la certeza de que unidas ganan empuje, credibilidad y fortalecen su compromiso con ser parte de una transformación para mejorar su entorno.
Cuando creamos una familia, iniciamos un proyecto, damos un primer paso, abrimos una cuenta, diseñamos un producto, compartimos una idea, nos comprometemos con nuestras fortalezas endógenas como nativos de algún lugar, cuando abrazamos un ideal, lo que nos está moviendo es la expectativa de que con ello estamos sembrando para un futuro mejor, con más posibilidades, con justicia, más equitativo y con mayores posibilidades de éxito, logro y expansión para nosotros y todos los que nos rodean.
Cuando como organismos nacemos, crecemos y nos desarrollamos, está en cada una de nuestras células la intención de formarse y alcanzar su máximo potencial. Es innato al ser humano el sueño, la amplitud de visión, la ambición de expandirse y trascender.
Gano yo, ganamos todos
Nuestra voluntad de ser lo mejor que podamos ser y obtener lo mejor que podamos obtener, nuestro compromiso con prepararnos para ese reto y avanzar cada día, nuestro derecho a definir y aceptar sólo los límites que nuestros principios y valores nos impongan, son nociones esenciales a nuestra necesidad y capacidad de competir. Competir con nosotros mismos y con el entorno, competir para mejorar, competir para fortalecernos y retar a quienes nos acompañan a ser mejores ellos también.
Cuando ejercemos nuestras capacidades competitivas, elevamos los promedios, expandimos el alcance de los sueños y creamos nuevas referencias para el colectivo. Y cuando esto se hace en un contexto de valores, de respeto, cooperación, responsabilidad, honestidad e integridad, el único resultado real es crecimiento y la mayor suma de felicidad y prosperidad para todos.
La competitividad, así entendida, de nuestras personas y organizaciones, públicas y privadas, conlleva el desarrollo equilibrado del país, el fortalecimiento y diversificación de su aparato productivo, la pertinencia de sus instituciones, la inclusión real de sus comunidades y el avance hacia un modelo de desarrollo sustentable.
Por: Dunia de Barnola, Ex- directora ejecutiva de Venezuela Competitiva.